En 1976, tras aprobarse una nueva ley educativa que obligaba a impartir la mayoría de las clases en Afrikáans, los estudiantes y profesores, que sentían un profundo desacuerdo, comenzaron a organizar protestas. Sin embargo, los estudiantes negros quisieron que sus acciones se desligasen de la actitud que sus padres y profesores tomaron.
Un estudiante escribió en el diario The World: “Our parents are prepared to suffer under the
white man's rule. They have been living for years under these laws and they
have become immune to them. But we strongly refuse to swallow an education that
is designed to make us slaves in the country of our birth.”
Durante el mes de Junio, los estudiantes de
Orlando West Junior Primary School iniciaron un boicot a las clases en donde se
hablaba el Afrikáans. A esta acción se le sumaron estudiantes de otras siete
escuelas de Soweto. Por miedo a la repercusión que podía llegar a tener, el
Departamento de Educación Bantú ordenó que la policía interviniese. En la
escuela secundaria Naledi, por ejemplo, los alumnos exigieron poder hablar con
el director regional de educación, pero en su lugar enviaron miembros de una
rama especial del cuerpo de policía, conocida por ser más dura y represiva.
Estos se encerraron, en un afán de protegerla, en la oficina del director de la
escuela, y los estudiantes, como respuesta, volcaron sus vehículos policiales.
Esto fue una de las primeras acciones que llevaron a cabo y supuso un
sentimiento de seguridad entre los estudiantes, que comenzaron a verse más
fuertes y unidos.
Aquí un documental sobre los suburbios sudafricanos.
El 13 de junio se convocó una asamblea en
Orlando. Cerca de 400 estudiantes asistieron. En la asamblea, Tsietsi
Mashinini, un estudiante de 19 años perteneciente a la SAMS (South African
Student’s Movement, un movimiento formado por estudiantes negros que estaban ya
en los últimos cursos y que tenía, en un principio, la intención de ayudar a
los demás jóvenes con los exámenes finales de acceso a la universidad) convocó
para miércoles siguiente, el 16 de Junio, una manifestación masiva en contra de
la ley. Los estudiantes pactaron no involucrar a sus padres, temiendo su
desaprobación.
El 16 de junio, los estudiantes se reunieron
en diferentes puntos alrededor de Soweto, y partieron de ahí al instituto
Orlando West Secondary School. Marcharon entre 15.000 y 20.000 estudiantes. El
plan era que la manifestación fuese pacífica.
A la Oficina de Seguridad del Estado, que
estaba a cargo de la seguridad interna de Sudáfrica, le pilló de improviso. Una
patrulla se colocó en la primera línea de la manifestación e intentaron
dispersarla. Al ver que no se disgregaba soltaron perros y rociaron con gas
lacrimógeno. Los jóvenes respondieron lanzando piedras y botellas contra ellos.
Fue entonces cuando, sin previo aviso, comenzaron los disparos.
Esto desencadenó que los estudiantes quemaran
símbolos del apartheid, edificios gubernamentales, comercios y vehículos
pertenecientes a empresas blancas. Antidisturbios y miembros de la Unidad
Antiterrorista llegaron como refuerzo. Varios helicópteros sobrevolaron la zona
arrojando gas lacrimógeno en las reuniones de estudiantes que se formaban. Se
instalaron barricadas en todas las entradas a Soweto. Esta batalla entre
estudiantes y policías se alargó toda la noche.
Para cuando amaneció, los destrozos eran
enormes. Muchos edificios y coches habían quedado calcinados y había cadáveres
tirados por las calles. La cifra oficial de muertos fue de 23, pero se estima
que superaron los 200. Y otros cientos de personas resultaron heridas.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmQJhEtGzj1PhpuXgZNcO0z5Qc4_znofTYViuD47Q1NKHnzqgdpwJt8aA_Y_WgoBMKIKEG2_hHj1L8bp7zdrHzTwpnQSZc_dt_G8FAwHBz62XBIAM_cbzeG5kjPNtB9iA5CVYFKrJY4rw/s1600/images.jpg)
Las protestas se extendieron por otras ciudades
del país, y se convirtió en el mayor brote de violencia que Sudáfrica había
experimentado. Mestizos e indios se unieron a sus compañeros negros. Y a
diferencia de los disturbios de Shaperville de 1961, la policía fue incapaz de
reprimir a los manifestantes. Cuando conseguían controlar una zona, otra se
encendía. Y así continuó durante todo 1976.
Una nueva generación de estudiantes emergió,
determinada a hacerse oír y cambiar su situación. Muchos abandonaron el país
para unirse a los movimientos políticos (de carácter activo y violento) que se
habían formado en el exilio. Los que se quedaron garantizaron apoyo a estos movimientos
desde sus municipios.
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