miércoles, 30 de abril de 2014

Los disturbios de Soweto



En 1976, tras aprobarse una nueva ley educativa que obligaba a impartir la mayoría de las clases en Afrikáans, los estudiantes y profesores, que sentían un profundo desacuerdo, comenzaron a organizar protestas. Sin embargo, los estudiantes negros quisieron que sus acciones se desligasen de la actitud que sus padres y profesores tomaron.
Un estudiante escribió en el diario The World: “Our parents are prepared to suffer under the white man's rule. They have been living for years under these laws and they have become immune to them. But we strongly refuse to swallow an education that is designed to make us slaves in the country of our birth.”
Durante el mes de Junio, los estudiantes de Orlando West Junior Primary School iniciaron un boicot a las clases en donde se hablaba el Afrikáans. A esta acción se le sumaron estudiantes de otras siete escuelas de Soweto. Por miedo a la repercusión que podía llegar a tener, el Departamento de Educación Bantú ordenó que la policía interviniese. En la escuela secundaria Naledi, por ejemplo, los alumnos exigieron poder hablar con el director regional de educación, pero en su lugar enviaron miembros de una rama especial del cuerpo de policía, conocida por ser más dura y represiva. Estos se encerraron, en un afán de protegerla, en la oficina del director de la escuela, y los estudiantes, como respuesta, volcaron sus vehículos policiales. Esto fue una de las primeras acciones que llevaron a cabo y supuso un sentimiento de seguridad entre los estudiantes, que comenzaron a verse más fuertes y unidos.

Aquí un documental sobre los suburbios sudafricanos.
El 13 de junio se convocó una asamblea en Orlando. Cerca de 400 estudiantes asistieron. En la asamblea, Tsietsi Mashinini, un estudiante de 19 años perteneciente a la SAMS (South African Student’s Movement, un movimiento formado por estudiantes negros que estaban ya en los últimos cursos y que tenía, en un principio, la intención de ayudar a los demás jóvenes con los exámenes finales de acceso a la universidad) convocó para miércoles siguiente, el 16 de Junio, una manifestación masiva en contra de la ley. Los estudiantes pactaron no involucrar a sus padres, temiendo su desaprobación.
El 16 de junio, los estudiantes se reunieron en diferentes puntos alrededor de Soweto, y partieron de ahí al instituto Orlando West Secondary School. Marcharon entre 15.000 y 20.000 estudiantes. El plan era que la manifestación fuese pacífica.
A la Oficina de Seguridad del Estado, que estaba a cargo de la seguridad interna de Sudáfrica, le pilló de improviso. Una patrulla se colocó en la primera línea de la manifestación e intentaron dispersarla. Al ver que no se disgregaba soltaron perros y rociaron con gas lacrimógeno. Los jóvenes respondieron lanzando piedras y botellas contra ellos. Fue entonces cuando, sin previo aviso, comenzaron los disparos.
Esto desencadenó que los estudiantes quemaran símbolos del apartheid, edificios gubernamentales, comercios y vehículos pertenecientes a empresas blancas. Antidisturbios y miembros de la Unidad Antiterrorista llegaron como refuerzo. Varios helicópteros sobrevolaron la zona arrojando gas lacrimógeno en las reuniones de estudiantes que se formaban. Se instalaron barricadas en todas las entradas a Soweto. Esta batalla entre estudiantes y policías se alargó toda la noche.
Para cuando amaneció, los destrozos eran enormes. Muchos edificios y coches habían quedado calcinados y había cadáveres tirados por las calles. La cifra oficial de muertos fue de 23, pero se estima que superaron los 200. Y otros cientos de personas resultaron heridas.
Ante este horror, los estudiantes volvieron a lanzarse a las calles. Muy poca gente asistió a sus puestos de trabajo para poder vigilar a sus familias. Al tercer día de disturbios, el Ministro de educación cerró todas las escuelas de Soweto.
Las protestas se extendieron por otras ciudades del país, y se convirtió en el mayor brote de violencia que Sudáfrica había experimentado. Mestizos e indios se unieron a sus compañeros negros. Y a diferencia de los disturbios de Shaperville de 1961, la policía fue incapaz de reprimir a los manifestantes. Cuando conseguían controlar una zona, otra se encendía. Y así continuó durante todo 1976.
Una nueva generación de estudiantes emergió, determinada a hacerse oír y cambiar su situación. Muchos abandonaron el país para unirse a los movimientos políticos (de carácter activo y violento) que se habían formado en el exilio. Los que se quedaron garantizaron apoyo a estos movimientos desde sus municipios.



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